Ello, en consonancia con los objetos de sus obras. Aquéllos están aislados, separados de su función, descontextualizados, alienados, silenciados. La silla eléctrica está sin víctima. Plasma en una tela una figura lineal, sin profundidad ni sombras, sólo una imagen que desvía la mirada hacia un concepto.
Tampoco hay interacción entre los objetos. Atractivos, aparentan una falta de sentido. La sopa Campbell es pura superficie, al igual como Andy Warhol reclamaría ser una persona superficial. Hollywood sería atractivo para él, ya que allí, "Todo el mundo es de plástico, me encanta el plástico. Quiero ser plástico".
En sus retratos no intenta plasmar el carácter del sujeto, sino que los trata en su superficie. Pinta las caras como máscaras, sin personalidad.
El objeto pasivo, deshumanizado y descontextualizado, demanda la fantasía del público, la experiencia propia. La vista se desvía del objeto para situarse en el sujeto en busca de una identidad. El espectador se vuelve activo con su mirada. Su vida cotidiana está plasmada en el cuadro, ante la cual reflexiona, entregándole la sensibilidad al cuadro que carece de ella. De ahí que la apreciación del cuadro sea un proceso individual, pese a que se esté en presencia de un objeto socialmente valioso. Son símbolos que son interpretados de forma cambiante.
Lo mismo ocurre al mirar el cine donde un nuevo ritmo, muy lento, provoca que aísle al espectador. La impersonalidad y la distancia permiten que la persona se evada, absorta en una atención mecánica, perdiendo el vínculo con la realidad. La percepción se vuelve propia frente a esos cuadros carentes de sentido.
Esta descontextualización de los objetos, encuentra su equivalencia con la sociedad de consumo. Ésta genera una cultura de masas, en donde hay referencias comunes, sin embargo, la apropiación de aquéllos se hace en forma individual. El consumo siempre ha sido individual. La cultura colectiva está dada por el "lugar" de encuentro, mall, supermercado, cine, pero requiere de una elección e interpretación privada. Los cuadros de Warhol se basan en la sociedad de masas, lo que le permite reclamar la participación del observador: la acción individual enmarcada dentro de la cultura de masas colectiva que le permite reconocer su propia experiencia en lo retratado, apropiándose del contenido.
Asimismo, se puede deducir el vínculo con el fenómeno de la suburbanización de la segunda posguerra, cuando se genera una introspección: el contenido disponible se capta de manera individual.
¿Qué quería decir Warhol con su obra? ¿Crítica o aprobación de una cultura masiva e impersonal? ¿Censura o venia al individualismo? Quizás la pregunta a contestar sea otra: ¿a que reflexión nos llevó Warhol? ¿En que nos hizo pensar? Al sacar un objeto tan común como una caja de detergente de su contexto el artista nos invita a la reflexión sobre lo cotidiano, la pregunta sobre lo no cuestionado: “…lo que separa a las cajas Brillo de Warhol de las reales es que aquéllas pueden desencadenar la reflexión, mientras que las de verdad jamás generan ningún proceso reflexivo.”[1]
[1] Lourdes Cirlot, Andy Warhol (Editorial Nerea, 2001) p. 30.